Nueva Escocia. |
Hace año y medio pisé Canadá por primera vez y Toronto fue el sitio que elegí como contacto inicial con ese país en aquél momento. Una ciudad que encanta y que lleva su propio ritmo, rápido quizá, pero agradable sin abrumar. Luego de unos meses recibí el llamado para regresar y acepté... Ahí comenzó este idilio entre Canadá y yo que nos ha llevado a conocernos cada vez mejor y a desearnos cada vez más.
Cómo es viajar a Canadá
Snow Village. |
Hoy, puedo decir que he recorrido Canadá de costa a costa, en avión de Whitehorse a Halifax y en tren de Vancouver a Toronto, que he estado en sus ciudades más reconocidas y en algunos de sus pueblos más pequeños, que conozco sus mercados, sus sabores y sus aromas, que he probado su miel de maple y su ice wine que adoro, y sus tintos que no me convencen, pues como bien dicen por ahí "amor no quita conocimiento", así que sé todo lo que amo de este país, pero también reconozco lo que no me agrada tanto, que por cierto es muy poco.
Hace un año exactamente hice un largo recorrido para conocer Yukon y la Nueva Escocia; luego, volví hace unos meses para estar en Montreal y Quebec, y hace poco estuve allá una vez más, junto con una docena de blogueros de viajes de diversos países realizando una travesía en tren que me llevó por Vancouver, Jasper, Winnipeg y Toronto.
En este país he tenido grandes y emocionantes experiencias, como dormir en un hotel de hielo en Montreal, ir en trineo de perros en Quebec, hacer rafting en los rápidos de Jasper y el Edge Walk en Toronto, sin dejar pasar las bellas imágenes que han dejado grabadas en mi mente Whitehorse, Lunnenburg y Vancouver.
Allá, descubrí que los mercados me encantan y más si son de Canadá, porque con sólo poner un pie en su interior, su colorido y ambiente multicultural me transportan a tantos sitios a la vez. Llego y compro una canastita de cerezas y a cada bocado saboreo cada paso. Ahí encuentro y me reencuentro con mi infancia, porque algo así eran los mercados a los que iba con mi madre, con una gran variedad de frutas, colores, sonidos; claro, que en mi México y en aquellos tiempos eran mucho más austeros, pero flores, aromas y sabores no faltaban jamás.
Quebec. |
Whitehorse me mostró lo encantador que puede ser un pequeño pueblo rodeado por montañas pintadas de blanco en su punta. Su gente amable y orgullosa de sus raíces deja ver en el McBride Museum of Yukon History un valioso acervo de cultura local; y qué decir del Klondike, que es ícono del lugar y por lo tanto tiene un espacio privilegiado en la localidad y en el corazón de sus habitantes. Después de pasar por este carismático pueblo fui a mi tan anhelada Nueva Escocia, donde el amanecer pinta de atardecer. Cómo explicarles el sentimiento de pisar por primera vez Halifax luego de tenerlo tanto tiempo en la mente, y aunque adoré la ciudad no tenía idea hasta ese momento de que días después me conquistaría Lunnenburg.
Lunnenburg. |
En Montreal encontré la Basílica de Notre Dame con un interior de impresionante belleza y en esa misma ciudad probé la famosa poutine y uno de los postres más deliciosos que he tenido la fortuna de comer en esta trayectoria postrera. Pero también su fuerte invierno me invitó a dormir en un hotel de hielo, para sentir el cálido interior del silencio y la tranquilidad del viento durante al amanecer entre nieve.
Quebec lo amé, simplemente porque sí! Porque lo ves y te derrites ante su belleza, sus callejuelas juguetonas y su empedrado resbaladizo en invierno. Ahí me impresioné con sus museos, su Plaza de Armas y la vista del Río San Lorenzo desde el mirador. No hay más qué decir, así es esta ciudad de amada por todos. Pero llegar hasta allá me hizo conocer algo más de la provincia de Quebec y fue entonces que di un paseo narniano en trineo de perros bajo una fuerte nevada que le provocó un toque extra de emoción a la experiencia.
Parque Vanier. |
Y qué tal Vancouver, que me dejó ver un pedacito de China en su Dr. Sun Yat-Sen Classical Chinese Garden y al deleitarme con un fabuloso Dim Sum; pero también en esa ciudad mis ojos vieron uno de los más bellos atardeceres cayendo sobre English Bay y sentí la emoción de caminar por el Capilano Bridge.
Mientras que Jasper es punto y aparte para mi, porque llegué hasta ahí en un momento emocional muy difícil y caminar en solitario por sus calles, tomar un café mientras admiraba las montañas que lo rodean, me dio la paz y tranquilidad que mi ser requería justo en ese instante. Sin embargo, luego de tanta quietud, al día siguiente me llené de adrenalina en sus rápidos, donde al terminar el recorrido el guía dijo: Si alguien quiere lanzarse al agua este es el momento de hacer”; lo miré y sólo atiné a decir: “es en serio?!”; respondió que sí y que todo parecía indicar que yo sería la primera en saltar. Sin pensarlo dos veces me paré y de un brinco caí a las heladas aguas para que en cuestión de segundos un electrizante escalofrío recorriera mi cuerpo entero; poco después ya estaba disfrutando de estar flotando y tener mis pies sin tocar el piso ante una profundidad desconocida, con los pinos y las montañas cubiertas de nieve en su parte más alta a mis lados y el cielo más azul que jamás haya visto en los alto. Dejarme llevar me hizo sentir simplemente VIVA! Y salí de ahí dispuesta a dejar atrás tristezas y angustian, porque la vida me da ese regalo maravilloso que es sentir, qué más se puede pedir.
Maligne Lake |
El recorrido siguió y las largas horas que pasé en el tren sirvieron para hacer mejores amigos, leer, descansar, pensar y disfrutar de paisajes increíbles qué quizá solo Canadá puede ofrecer.
Así, llegué hasta Winnipeg a un hotel precioso y con la recepción más cálida y amigable de todo el trayecto. El Legislative Building y conocer The Canadian Museum for Human Rights que aún está en construcción, me hicieron ver la grandeza de esta no tan grande ciudad.
The Canadian Museum for Human Rights |
Luego de todo esto, regresé a Toronto… al inicio de mi historia con Canadá. A repisar caminos y a visitar sitios que en mi anterior estancia no alcancé a conocer, como el The Distillery District y la Art Gallery. Días pasaron y la despedida de Toronto y Canadá fue con algo maravilloso: Edge Walk! Que recordaré por siempre como el día que casi toqué el cielo y vi pasar un avión por debajo de mi mirada.
Pero Canadá también es nostalgia para mi, pues en todas las ocasiones he ido sin mi familia porque así se han dado las condiciones y entonces, en la lejanía he ganado amigos a cambio de extrañar amores, lo cual no está del todo mal porque mi entorno se extiende y ahora ese país ya lo siento como un segundo hogar, donde me encuentro cómoda, en confianza y en el que me sé mover.
Por eso y por mucho más que las letras y las palabras no alcanzan a captar… gracias Canadá y nos veremos pronto… muy pronto again!!
The Distillery District |